Columnista, Celerina Sánchez.-A lo largo de la historia, las lenguas nacen y mueren o se desplazan, como un proceso natural. En el caso de México el racismo y la hegemonía del castellano que se impuso -y se impone-, llevó a este país a un proceso de desplazamiento lingüístico y cultural, desde la educación escolar y cultural del castellano.
El movimiento que inició en 1952 para exigir el reconocimiento de la lengua bengalí, en la antigua Pakistán Oriental (Bangladesh), y derivó en la muerte de dos jóvenes universitarios y diversos heridos al abrir fuego la policía pakistaní; se convirtió en un símbolo para la reivindicación de las lenguas que han sido desplazadas por otras lenguas dominantes.
En 1999, organizaciones de la sociedad civil y académicos, presentan en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), una iniciativa que, a través de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) buscaba promover la preservación y protección de todos los idiomas que emplean los pueblos del mundo. Logrando que el 21 de febrero se estableciera como Día Internacional de la Lengua.
Hoy, a 20 años de distancia, los pueblos originarios han encontrado una puerta que les permite trabajar con los estados nacionales, pues existe una deuda histórica con los pueblos originarios, con sus lenguas y culturas.
En el caso de México, en 1994, el levantamiento de los pueblos originarios en Chiapas, con el Ejército zapatista de Liberación Nacional (EZLN) obligó a reformar la Constitución Mexicana, y dio pie a la creación de la “Ley General de los Derechos Lingüísticos”. Actualmente el Estado mexicano sigue en deuda con los pueblos originarios, ya que no existe una política pública que arrope a las lenguas, como parte del desarrollo social, económico y cultural del país e involucre a la sociedad hacia una apertura sobre la diversidad lingüística que existe en México y se le ha negado ese reconocimiento.
No hay programas de gobierno que atiendan el analfabetismo en las lenguas, y por lo tanto muchas de esas lenguas siguen en proceso de desaparición. Es cierto que hay campañas para su visibilidad, pero no basta, ya que muchas lenguas están en peligro de desaparecer por el racismo y discriminación que se generó y la asimilación de esa discriminación por los propios hablantes.
La problemática de los pueblos con sus lenguas sigue siendo una constante; el reclamo por su desarrollo, la construcción de espacios de discusión donde se escuchen todas las voces; en especial la de las mujeres indígenas en sus propias lenguas.
En este sentido, muchos de los pueblos y comunidades están trabajando en impulsar y ser partícipes de sus propias historias. Ya que tener una lengua es guardar, es tener memoria y con ella la esperanza de que algún día logremos vivir en un mundo mejor para todos y con todos. En México existen todavía 68 lenguas, muchas de ellas en peligro de extinción, ya que no se ha logrado detener el racismo y la discriminación.