Las grandes aventuras comienzan de maneras inesperadas. En esta época de confinamiento, el viaje comenzó con un post en redes sociales que contenía la convocatoria del Diplomado Comunicación Comunitaria, Interculturalidad y de Género para la Paz, en su modalidad virtual. La invitación se reposteó, se platicó, se compartió por todos los medios al alcance y, como ese leve rumor de las olas cuando se alzan, la noticia se corrió entre los oídos y ojos de mujeres comunicadoras de pueblos originarios y afrodescendientes de la América Latina.
Las propuestas de las postulantes se evaluaron, todas querían contar historias, comunicar, tender redes de apoyo. Al final fueron seleccionadas 40 mujeres de Centroamérica, Bolivia y México, quienes el 6 de noviembre del 2020, entre flores y velas, iniciaron su andar por un sendero lleno de posibilidades, voces y aprendizajes.
Como escribió Machado y aun canta Serrat: “Caminanta (e) no hay camino, se hace camino al andar”. Durante 30 sesiones, 120 horas, las historias se desgranaron, los corazones se abrieron, cada una de las participantes compartió sus ideas, conoció otras realidades, incrementó su vocabulario. Cuarenta ventanas se abrieron para invitar a las compañeras a mirar desde otra perspectiva la vida que transita.
Cada una llego con sus saberes, con su experiencia de mujer que resiste los embates de la vida y la reconstruye desde el bien común, ellas prestan su voz para que la voz de otras se escuche alto y fuerte. En el espacio virtual desde la soledad de los espacios personales y la lejanía física, se dio el encuentro, poco a poco, en cada sesión, se fue tejiendo un lienzo multicolor que unió en su trama y urdimbre las vidas de mujeres provenientes de diversas partes de México, Bolivia, Honduras, del Salvador, Nicaragua.
Las voces nahuas y nahuas pipil se reunieron, el garífuna con el ayuuk conjuntaron su sonoridad, el xnánj nu’ con el aymara se hablaron, el Binnizá intercambió con el español.
En este trayecto, Liliana provocó al colectivo para aprender sobre: la importancia de la perspectiva de género y su repercusión en la cultura, alrededor de la pantalla como alegoría de la fogata, se contaron historias sobre mujeres extraordinarias, sobre ser mujer en contextos mucho más complejos que el latinoamericano.
Juntas corrieron las cortinas para ver y conocer otras categorías que permiten explicar el mundo como la razón matatatá de los negros cimarrones en Nicaragua o el Fasia Fatua de los nguivas de Puebla.
También se encontraron los hilos conductores de historias que se repiten para regular el comportamiento moral de los pueblos originarios, en Bolivia es la cholita que se aparece a los hombres, en México la andalona o Xtabai, mujeres que castigan a los hombres que andan de noche por los caminos.
En un segundo momento, en compañía de Blanca, se reflexionó sobre la cultura, la cultura comunitaria, la interculturalidad, los principios de la comunidad. Como cuentas de un collar grande y colorido, cada una de las mujeres agregó una forma de entender la comunidad, compartió como viven ellas los principios de la vida comunitaria y la relación de su propio cuerpo con el territorio.
Se identificaron los cuatro pasos para generar una estrategia de comunicación para la defensa del territorio – cuerpo – nación originaria: Conócete a ti mismo, comunicación que teje la unidad, conoce a tu adversario, y comunicación que teje la armonía. Se habló del plan de vida que cada comunidad va teniendo, un sueño colectivo a donde se quiere llegar, también de la necesidad sentida de cada una de las mujeres presentes.
Entonces se realizó un trabajo de reflexión y autoconocimiento para poder responder: ¿Cuál es la necesidad sentida que me trajo aquí? ¿Cómo se ha sostenido la vida a lo largo del tiempo?, ¿Cómo podemos cortar el subministro de nuestros recursos al capitalismo de muerte? ¿Qué de lo que hago contribuye a poner al centro las narrativas de las mujeres? Después de buscar la respuesta a estos cuestionamientos es seguro que la perspectiva original de los proyectos se modificó.
Escrito por Alejandra Javiel Lomas, mujer Nguiva