La conmemoración del 05 de septiembre, Día Internacional de las Mujeres Indígenas, es un buen momento para reflexionar sobre las formas en que han forjado diversas expresiones de liderazgos, desde aquellos que soy muy visibles donde las compañeras ocupan lugares en el ámbito público que eran reservados para varones, quienes toman las armas para defender su territorio, su cultura y la vida como la conocen, las que ocupan la tribuna política para ser amplificadoras de las voces de sus compañeras o aquellas miles tal vez millones de mujeres que de manera modesta, más bien anónima son lideresas de sus casas y por ende de sus comunidades.
Las narrativas de las mujeres indígenas son muy variadas, aun ahora siguen generándose desde la periferia y en su gran mayoría centradas en el ámbito de lo doméstico, son sus voces las que tejen historias desde el centro de una microgalaxia donde la vida, la cultura, la cosmovisión se crean y recrean, para dar nombre desde una lengua particular a todas las cosas el mundo que rodea a quienes giran sobre la órbita de su espacio – tiempo cotidiano.
En esta vía láctea de experiencias, se puede hablar de las mujeres ayuuk, las biniza, las tojolabales, las triquis, las mayas, las nahuas, las aymaras, quechuas o mapuches, entre otras que han sido punto de lanza para pelear por los derechos humanos básicos como el acceso a la salud, educación y justicia.
Pero también hay otras menos visibles como las Ngibas de Santa Inés Ahuatempan, (El pueblo Ngiba se nombra a sí mismo como “el que habla la lengua”), quienes durante cientos de años han mantenido una profunda relación con la naturaleza y los recursos que se pueden encontrar en el suelo semidesértico de la mixteca poblana. Ellas han sido un pilar fundamental para el sostenimiento de la comunidad, ya que, con su trabajo de hormigas vigorosas, a través de la elaboración y venta de petates garantizaron durante muchas generaciones y hasta la actualidad, el ingreso de dinero para cubrir las necesidades básicas de sus familias.
La elaboración de los petates no solo ha sido una forma de sustento familiar, ya que a esta actividad dio paso a la creación de un espacio de encuentro en el que la resistencia, la organización de la política doméstica y comunitaria se han tejido junto a las palmas que, las Ngibas llevan en el brazo cuando por las tardes se reúnen bajo la sombra de los árboles o ramadas a tejer petates. Mientras sus manos maestras cortan, anudan y dan forma a la fibra natural, sus voces se encienden al hablar de la vida, de sus penurias y tristezas, de los acontecimientos importantes. Es ese espacio meramente femenino la trinchera donde se preserva como un tesoro sagrado la lengua milenaria que está a punto de su extinción, es el lugar en donde se vierten las opiniones, se dan consejos, se recomiendan remedios, se instruye a los más pequeños, se toman acuerdos.
También es el lugar donde desde su perspectiva se habla de la política partidaria, de los candidatos y sus propuestas, de los apoyos gubernamentales y la repartición de los bienes públicos, se hacen balances, análisis de las acciones emprendidas, el recuento de las promesas electorales no cumplidas y se decide a quien se apoyara y quienes han defraudado su confianza.
De acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI 2015) la población aproximada es de 6,289 habitantes de los cuales se reporta que solo el 8. 5 habla alguna lengua indígena.
En relación con las prácticas comunitarias de las Ngibas, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, 2022) define: el liderazgo es la formación, fortalecimiento y construcción de capacidades, con la finalidad de que las mujeres indígenas cuenten con herramientas para la defensa e instrumentación de sus derechos, así como estar mejor preparadas para la toma de decisiones en diversos espacios. Aunque esta definición no necesariamente encaja en la realidad de todas las mujeres indígenas.
La mayoría de las mujeres de Santa Inés, sin haber tomado cursos o asistido a platicas de empoderamiento femenino, poco a poco han ido tomando de manera sutil nuevos espacios de acción, comenzaron en el círculo de petate y se han ido extendiendo lo mismo al taller de maquila, que, a los invernaderos y los riegos, o a las empresas agaveras, a las granjas de aves o las minas de mármol. Lugares donde cada vez más destacan sus figuras al frente de las cuadrillas de jornaleros más eficientes. En la región mixteca también se están gestando otras formas de liderar los cambios sociales en los que las mujeres ocupar nuevos espacios comunitarios, laborales y políticos.
Si bien en la historia reciente de la comunidad son pocas las mujeres que han ocupado un cargo de representación popular, cada vez más hay jóvenes que van ganando espacios en la toma de decisiones de la estructura municipal y también están aquellas que sin ser la parte visible de la organización comunitaria, de forma no tan evidente hacen que su voz se escuche como un murmullo que mueve lentamente los hilos de la toma de decisiones.
En el último periodo electoral en donde la participación de las mujeres fue fundamental para dar el triunfo en las urnas a una candidata que en su momento significó el termino de más de 20 años de un gobierno criminal impuesto por la organización política-paramilitar Antorcha Campesina.
En 2020 el rumor como el viento de mañana logró que las y los habitantes de Santa Inés, al menos por el momento se liberarán del mal gobierno Antorchista.
En la actualidad se pueden identificar cambios significativos en la organización comunitaria, aunque los espacios de participación de las mujeres Ngibas cada vez son más visibles, aun se enfrentan de manera cotidiana a múltiples tipos de violencias y discriminación. Por lo que a la par de seguir impulsando que cada vez más su palabra y presencia sean visibilizadas con fuerza, desde los ámbitos de acción de aquellas colectivas indígenas más organizadas, se deben seguir tejiendo redes que abonen al trabajo colectivo que permita seguir difundiendo el papel fundamental de las mujeres en la conservación de la cultura, la lengua, del tejido que permite que la vida comunitaria se sostenga.
Hay diversos liderazgos, todos válidos y necesarios, todos dialogantes en la búsqueda de acciones para prevenir las múltiples formas de violencia hacia las mujeres. Falta mucho camino por recorrer en la construcción de un mundo donde todas las voces sean escuchadas, sigamos trabajando para visibilizar las muchas formas de lucha y construcción de un mundo más justo, donde todas y todos, podamos vivir bien.
Texto: Alejandra Javiel