La Artesana Anastasia Romero Sánchez, obtuvo el segundo lugar en el premio anual artesanal del estado de Veracruz en la categoría textiles, con su rebozo de lana tejido en telar de cintura, teñido con grana cochinilla y añil.
Veracruz. – En su cocina, doña Anastasia mantiene el fogón de leña que prendió su esposo desde muy temprano, el clima frío y lluvioso mantiene los maderos mojados durante días o semanas, cuando la lluvia sede un poco, la neblina inunda el paisaje en Tlaquilpa, en la región de la Altas Montañas de Veracruz, de donde es la artesana Anastasia Romero.
Sobre las rendijas de la cocina, se observaba una olla de café recién hecho, con olor penetrante. Ahí, el esposo y la hija mayor de doña Anastasia me recibió, después del saludo, la primera charla fue sobre la lluvia que, no ha cesado desde la noche anterior.
Doña Anastasia, quien ganó en el premio anual de artesanos en Veracruz, abrió las puertas de su casa con su sonrisa en el rostro, su lío bien fajado con una blusa de un forro en tono verde agua y encaje blanco.
Mientras charlamos sobre su trabajo, su nieta colocó unas galletas en un plato y sirvió café. Afuera, la lluvia caía sobre las tejas, las montañas y la ropa tendida que se observaba, desde adentro.
Unas tortillas de maíz sobre el comal y unos frijoles recién guisados, fueron puestos en la mesa de madera, ahí, frente a nosotras, luego comimos antes de ampliar nuestra platica.
Le pregunté: _ ¿Cómo le fue en la entrega de premios doña Anastasia?
Anastasia: _Me fue bien. También ganó otra compañera de aquí, fuimos juntas a recibir los premios, nos llevaron en un coche, nos hicimos tres horas y media en llegar a Veracruz.
La Artesana, Anastasia Romero Sánchez, obtuvo el segundo lugar en el premio anual artesanal del estado de Veracruz en la categoría textiles, con su rebozo de lana tejido en telar de cintura, teñido con grana cochinilla y añil.
El premio que le fue entregado es un apoyo económico y un reconocimiento. Otras artesanas de las Altas Montañas, también obtuvieron premios en otras categorías como en juguetería popular y alfarería.
Este reconocimiento podría ser un avance para seguir dignificando el trabajo de las y los artesanos. Sin embargo, es necesario que los espacios para crear y vivir estos procesos sean abiertos, porque en realidad estos se han ido clausurando, como en el caso de Atlahuilco donde cerraron la casa de las Artesanas, así como en Tlaquilpa.
Anastasia y yo nos conocimos por primera vez en mi pueblo, en San Juan del Río, en un evento multicultural, llamado «San Sekkan Tikateh», le compré unos aretes de esa lana tan fina que trabaja ella. En otra ocasión, la invité a participar en un evento en el Museo de Arte del Estado de Veracruz, pero estaba enferma, tenía problemas con la presión arterial.
El estado de salud, es todo un tema con las y los artesanos. Dejé de ver a Anastasia, un largo tiempo en los eventos y hace poco nos volvimos a encontrar en su pueblo, en la feria patronal, ahí, ella dio una muestra de cómo tratar la lana, el cual caracterizas sus hilos, una de sus especialidades.
Ahora que la visité, le platiqué, lo feliz que fui al saber que ella fue de las premiadas, pues me puse a escuchar la transmisión en vivo, no estaba poniendo atención, hasta que escuché que dijeron su nombre, entonces la vi con su traje de gala, recibiendo su premio.
El rebozo premiado de doña Anastasia, mide dos metros de largo por 70 centímetros de alto, le llevó tres meses en crearlo, debido al tipo de hilo que usó para tejerlo y por los tonos de teñido que consiguió.
Anastasia dice que, es más despacio avanzar con el hilo gordo, que con el hilo delgado.
En la casa de doña Anastasia hay un cuarto sin techo, que se usa para el tendido, pues también ahí se cuelga la ropa en un tendedero. En una esquina, Anastasia amarra su telar, justo ahí trabajó junto con otras compañeras y ahí mismo le enseña a su nieta a limpiar la lana.
El premio que recibió, la tiene muy animada y quiere hacer más piezas; enseñarles a más mujeres y tener un taller donde crear sus colores y sus textiles.
«Me estoy animando a hacer otro. Valió la pena que estuve pensando sobre los colores», dice la artesana, con una sonrisa sutil.
Texto/Fotos: Malinalli Metztli Amayo