Ecuador. – Mujeres Kichwa de la comunidad de Serena de la provincia del Napo, fundaron Hakhu, la primera organización de mujeres que se dedican enteramente a tejer con una fibra natural de la amazonia ecuatoriana, como parte de la resistencia ante la presencia de una de las mineras más mortíferas para las familias nativas de Ecuador.
“Las mujeres tejemos artesanías, para sostener nuestras vidas, nuestros ríos, nuestros bosques, de donde proveen nuestras familias para vivir. Los que no vivimos de la influencia minera, tejer es una forma de vivir dignamente”, dice Narcisa, en tono fuerte y segura de su lucha, junto a otras mujeres kichwas.
Hace tres años, un grupo de 14 mujeres se dieron cuenta del incremento de la minería ilegal en su región y decidieron reforzar la defensa del territorio, a través del tejido como una práctica cotidiana y de sobrevivencia para ganar un poco de dinero, y así no aceptar la explotación de su territorio por la minería Terraearth Resources S.A., el cual se encuentra en estado de exploración y explotación, para extraer oro, bajo el régimen de pequeña minería, de acuerdo a la Agencia de Regulación y Control de Energía y Recursos Naturales no Renovables (ARCCERNNR).
Un rollo de fibra de pita tejida por ellas mismas les rodea los pechos y las caderas de Narcisa y las de sus compañeras, también traen consigo bolsos hechos con el mismo material. Mientras conversan, sus manos tejen casi por sí solas, sin la ayuda de la vista. Y en una mezcla de kichwa y español, cuentan que las abuelas de sus abuelas les enseñaron, desde muy pequeñas.
“Mi abuela contaba que las niñas tienen que cargar su bolsa donde sea que vayan, para guardar los alimentos”, menciona una de las tejedoras junto a Bebanca, Narcisa, Elsa, Dolorisa y otras, con el rostro pintado de wituk conocido como huito, jagua o kipara, un tinte natural obtenida de genipa americana de los bosques de la amazonia.
La provincia del Napo, de donde se ubica la comunidad de Serena, es una de las provincias más afectadas por la minería ilegal. De acuerdo a los análisis de las imágenes satelitales del Proyecto de Monitoreo de los Andes Amazónicos (MAAP), en su informe, documentó una expansión minera de 70 hectáreas, de octubre de 2021 a enero de 2022 en el poblado Naranjitos ubicada al sureste del río Yutzupino. Nuevamente de enero a diciembre del 2022, hubo otro aumento de 55 hectáreas, lo que suma un total de 125 hectáreas, equivalente a 88 canchas de fútbol, afectadas por la minería de octubre de 2021 a diciembre 2022.
Antes del río Yutzupino, se encuentra el río Jatunyacu, donde se localiza la comunidad de Serena, una de las pocas aldeas que aun se resiste ante la minería ilegal, en esta zona de la amazonia ecuatoriana.
¿Por qué resistir ante la minería?
“Porque sabemos que las destrucciones vienen y las familias de muchas comunidades no saben lo mal que es para nuestra gente. Piensan que las empresas mineras son las únicas que les da dinero y por eso terminan cediendo sus terrenos, pero nosotros como mujeres que conformamos Hakhu hemos estado trabajando en tejidos, bordados, para demostrar que hay otras formas de vivir dignamente, cuidando nuestro territorio”, indica Elsa Cerda, quien preside el grupo de mujeres.
Elsa, habla con mucha precisión y sensatez, está muy segura de la lucha que representa junto a las otras 13 mujeres. Y es que, desde antes de organizar Hakhu, Elsa ya venía trabajando sobre los derechos humanos de las familias, de su familia.
“En esta lucha no pedimos nada a cambio, solo necesitamos asegurar el bienestar de nuestros hijos y de las futuras generaciones”, señala.
Una de las abuelas de la comunidad de Serena, cuenta sobre el proceso para obtener la pita, una fibra natural de esta zona de la Amazonía, material con que laboran su indumentaria tradicional y artesanías, como parte de su cotidianidad, pero que ha tomado fuerza en los últimos tres años, ante el aumento de la minería ilegal y de las actividades de extractivismo en el cantón de Tena, provincia del Napo.
“Desde muy temprano vamos a caminar a la montaña, en busca de la palma del cocoyo, lo cortamos con machete, juntamos todo lo que podamos cargar en la espalda, lo bajamos de la montaña para abrirlo y recoger solo el tallo. Ya estando en casa, lo sostenemos en nuestras piernas y comenzamos a limpiarlo, a desprender el material para luego empezar a limpiarlo nuevamente. Se abren dos partes, de ahí tenemos que doblar y lo que jalamos son los hilos de fibra que ocupamos para nuestras artesanías…”.
Agregan que, cuando ocupan un color distinto, usan tintes naturales de la selva, principalmente de la corteza de un árbol. “El árbol es blanco, pero luego se vuelve rojo y se pone encima de la champira a fuego lento, poco a poco va tornando a rojo. Se deja reposar una noche o un día, para luego dejarlo secar en la sombra”.
Las mujeres siempre están tejiendo, cuando están en su casa o en otro espacio, “cuando estamos en una reunión, en casa o cualquier espacio, seguimos tejiendo, así lo hacemos todos los días”, agrega Narcisa.
“De día trabajo en la organización y de noche hago pulseras, hasta las 11 o 12 de la noche sigo tejiendo mis pulseras. De lo que hago, lo mando a mi comunidad para que vendan durante los días que hay turismo; Soy artesana y también estoy a cargo de la justicia en mi organización”.
Es una mañana nublada, pero con mucha humedad y el sudor empieza a escurrir en el rostro de las mujeres y en el mío, mientras hablan de la defensa de su territorio desde el tejido en la aldea de Serena, ubicada en la Provincia de Napo, en Ecuador.
“El tejer para nosotras es ir construyendo con más mujeres de otras comunidades, para tener más fuerza, más voz. Con nosotras nadie va a negociar porque nuestro territorio es nuestra fortaleza”, exclaman, mientras continúan tejiendo.
Texto/Fotos: Juana García