La respuesta

(ÚLTIMA PARTE)

Estimada Fernanda Tapia: Espero te hayas tomado el tiempo para llegar hasta aquí después de tanto texto en el que seguramente, más de una vez, sentiste que no tenía sentido continuar hasta el final. No me arrepiento de haberte dejado en visto ni de haberme incomodado por tus acciones. Ni mis compañeros ni yo tenemos por qué ir a revisar tu trayectoria, eres tú quien debe acercarse al nuestro, quien debe saber que, al igual que tú, todas las personas que estaban alrededor de ti aquella noche tienen un amplio y muy admirable trabajo que los respalda para no soportar actitudes prepotentes como tus comentarios o tus subsecuentes mensajes.

A las cosas hay que nombrarlas por lo que son y tú no fuiste acusada. En su momento se te señaló que lo que acababas de decir estaba fuera de lugar, y no conforme con eso, decidiste seguir tropezando bajo tus propios esquemas. Entre todo, tú único acierto es que, efectivamente, no entendimos tu sarcasmo sino tu racismo normalizado, porque colega, el antirracismo y la perspectiva de Derechos Humanos son algo más que esos adjetivos que se colocan para ganar seguidores. Constituyen formas de repensar el mundo, nada tienen que ver con el número de entrevistas que puedas conceder sobre el tema, ni con cuanto te jactes de aliarte con las causas. Sin cuestionamiento no hay activismo. Me llama la atención que, de todas las cosas que puedes elegir encarnar, decidas inclinarte por una agencia violenta y no por una empática ¿es que acaso de eso va tu humor? Pareciera pues, que hay una tremenda necesidad de reafirmar cierta superioridad a través del chiste y la risa. Yo no quiero tu humor, quiero que te cuestiones.

Disentir no es cancelar

En el 2019 durante el Coloquio de Afroindoamérica realizado en el CIALC, Quince Duncan, destacado intelectual afrocostarricense hizo una observación filosófica muy significativa. Siempre que se estudia la violencia todo se centra en estudiar como la viven las personas que la sufren, pero ¿hasta cuándo nos vamos a preguntar por el violentador? ¿Cuándo haremos el intento de comprender por qué violenta? Más de una vez me he sentado a repasar todo lo acontecido el 26 de noviembre, quise otorgar el beneficio de la duda y la condescendencia, pero definitivamente no puedo hacerlo porque así es como se rige el aparato estructural del racismo. Debe parar, debe cambiar y esto no sucederá por mero deseo. No importa cuantas veces debamos chocar con la comodidad de quienes deciden evadir la autocrítica.

Con esto no quiero decir que solo aspiremos a espacios libres de risa, por el contrario, nos gusta mucho celebrar y enunciarnos desde un goce, siempre y cuando exista consenso y agencia, de lo contrario es una violencia simbólica de la que no estamos dispuestos a ser parte. ¿Qué motiva a que una entrevistadora crea que es mucho más relevante señalar una característica fenotípica en lugar de recuperar algo de lo que el entrevistado ha dicho? ¿es una decisión o bien un impulso? Esto ha sucedido con otros cuerpos, con otras identidades y en distintos espacios. Sucedió cuando Andrés Carrión, periodista ecuatoriano, le preguntara a Neisi Dajomes, primera medallista olímpica de Ecuador si era buena para cocinar y lavar platos, o cuando en el 2012 durante una rueda de prensa con el elenco de The Avengers en Reino, una entrevistadora mostró interés en conocer el proceso de creación de personaje de Robert Downey Jr., (quien interpretaba a Tony Stark) mientras a Scarlett Johanson le preguntaban sobre su dieta. Aunque podría seguir colando ejemplos al respecto, no tengo el propósito de agotarlos todos sino solo entenderlos como un recordatorio de que la falta de profesionalismo está imbricada con el machismo y el racismo.

En los últimos años la sonada cultura de la cancelación se ha convertido en un orden punitivo sujeto al escrutinio público donde es juzgado desde subjetividades inconsistentes. A mi no me interesa ese camino. Opto por hacer del desacuerdo un lugar político para discutir, pensar y dialogar críticamente. Me inclino a recuperar el valor del disenso, porque eso nos libra de la complicidad. Yo quiero representaciones dignas y espacios seguros, y si no los hay, toca luchar por ellos, arrebatarlos y no soltarlo nunca más.

Lucho, cuestiono, me equivoco, confronto y me enuncio desde el disenso para visibilizar los vicios del privilegio.

Autora: Ana Hurtado