La travesía (última parte)

Para el tercer módulo, Lupita (Mallinalli) adentró al grupo en el abordaje temas sobre los derechos humanos, los derechos de las mujeres y la cultura de paz. Invitó a las compañeras a indagar como sus pueblos conciben la paz. Se identificó cómo el periodismo de guerra responde a los intereses del mercado capitalista, mientras que el periodismo de paz busca comunicar desde lo sutil, con un discurso propositivo, con ternura, a un ritmo marcado por las diversas concepciones del tiempo.

Hablamos y escuchamos sobre los conflictos armados y los procesos de paz, el reto de las comunidades para contar otro cuento y crear otras realidades, dejar la posición de victimas para volverse miembros activos de la construcción de paz. En este momento, se evidenció la importancia de hablar como vehículo de sanación, de contar la historia propia y la de otras. Porque la palabra crea, ayuda, visibiliza y es un arma infalible para lograr la paz, bien lo supo Bertha Cáceres cuando de su boca salió la poderosísima frase: “Vos tenés la bala, yo tengo la palabra. La bala muere al detonarse, la palabra vive al replicarse”. Las mujeres de este seminario harán vivir y multiplicarse la palabra.

Con Alejandra (Janis) las compañeras se adentraron en los principios del periodismo comunitario. Reflexionaron sobre los por qué de informar: para formar, para inconformar, para transformar. El trabajo se centró en compartir experiencias sobre la elaboración de estrategias de comunicación, respondiendo a los cuestionamientos tales como: ¿Qué queremos comunicar?, ¿Para qué? ¿Para quién?

Cada una de las mujeres retomó su proyecto para seguir afinándolo, mirar sus objetivos y de ser necesario replantearlos. Revisar las estrategias de comunicación e identificar si es clara y viable. Describir de manera exhaustiva cada una de las acciones necesarias para lograr iniciar, desarrollar y concluir su proyecto. Asignar las actividades, lo que se debe hacer y quien es responsable así como estipular los tiempos necesarios para cada una. Enlistar los insumos necesarios y los recursos con los que se cuenta para tomar decisiones en cada una de las etapas de sus proyectos. Estos conocimientos compartidos fortalecieron las habilidades que las compañeras ponen en juego cada una vez que ejercen su labor como comunicadoras de pueblos originarios.

En el último tramo cada una de las diplomantes se integró al grupo que cubría sus necesidades de formación, hubo quienes se decantaron por el taller de fotografía, otras que optaron por periodismo o fotoperiodismo, algunas se decidieron por radio o video.

Para conocer su experiencia en los talleres será necesario escuchar sus voces y replicar su palabra. Cada tramo del camino fue sorprendente, entre los budistas existe la creencia de que las personas afines son como las piedras en el lecho de un río, que con la fricción van puliéndose y tomando forma, así cada mujer con su historia y su cadencia se ha ido acomodando al lado de las otras, en cada palabra, vivencia, sonrisa, en cada silencio, o duda compartida el agua del río se mueve y saca brillo a las ideas compartidas.

Las mujeres que integraron esta generación del diplomado son extraordinarias, como la hermana de Honduras que trabaja duro por los migrantes y damnificados de San Pedro Sula, la compañera de Nicaragua y su lucha por reivindicar los derechos humanos de los afrodescendientes, la compañera de Bolivia que habla de forma valiente sobre la estrategia de comunicación del partido en el poder MAS, o la compañera del Salvador cuyo entusiasmo prevaleció hasta el final.

En este tiempo hubo que acompañar a quien perdió un familiar, o a quienes tuvieron enfermos de Covid 19 en casa, a aquellas compañeras que tenían que atender a sus niñas y niños pequeños o a quienes la conectividad les fallaba constantemente. En los cuatro meses que caminaron juntas, el lienzo tejido es fuerte, colorido, lleno de vida. Cada una encontró en las otras una aliada, una compañera en el camino, una replicadora de palabras y una constructora de paz.

El sendero sigue avanzando, más adelante se ha ramificado en 32 veredas (algunas compañeras no pudieron continuar, ya habrá otro momento para sumarse a una nueva edición) que toman rumbo propio, mismo que en adelante se encontraran una y otra vez para tejer redes de apoyo, para dar consuelo y contener, para cuidar, pero sobre todo para sembrar sueños y cosechar esperanzas, para acunar la ternura y compartirla.

Cada una de las mujeres que se reunieron alrededor del circulo – pantalla, fueron escuchadas porque su historia importa, saben que no están solas, muchas otras se van agrupando y cada que avanzan todas las otras, sus otras van con ella.

La experiencia ha valido la risa, la alegría, la vida.

¡Bazaya!

Escrito por Alejandra Javiel Lomas, mujer Nguiva