EL JICARAL, COICOYAN DE LAS FLORES.- Don Anastasio Santos Pérez, de 84 años de edad, acompañaba a sus tres hijas en los terrenos de milpa y frijol, mientras ellas laboraban, él cuidaba de ellas. Ahora, despide a sus hijas con un puño de tierra luego de que murieran en su intento por cruzar la frontera con Estados Unidos.
Las hermanas Santos Arce siempre trabajaban juntas. En algún tiempo, viajaron a Culiacán, San Quintín, Sinaloa y a otros lugares del norte del país, resultado de su esfuerzo lograron construir una pequeña casa, donde sus cuerpos reposaron por última vez antes de ser enterradas.
Paula Santos Arce era la hermana menor, dejó huérfana a una hija de un año y medio y un viudo. Antes de partir de su comunidad le dijo a sus padres y a su esposo que trabajaría duro para regresar pronto a casa.
“Ellas trabajaban en los cultivos y en las cosechas, porque no había hombres en la familia, solo el esposo de una de ellas, pero también se ocupaba”, recordó Marino Sánchez, un sobrino de la familia.
Un viaje sin retorno
El 28 de enero, las hermanas dejaron atrás su familia, hogar y comunidad. Antes, se habían comunicado con sus familiares radicados en Estados Unidos quienes las recibirían al cruzar la frontera.
Al llegar a Tijuana, las hermanas descansaron unos días y luego comenzaron a caminar hacia las montañas, narra uno de sus primos de las hermanas Santos Arce.
El 11 de febrero, medios locales de San Diego, California reportaron el deceso de las tres personas migrantes.
“Varios migrantes que viajaban en grupo, intentando cruzar la frontera, murieron congelados entre las montañas”, reportó el noticiero Al Rojo Vivo.
La patrulla fronteriza recibió una llamada de emergencia en las montañas de la reserva indígena La Posta, cinco personas habían quedado atrapadas por las bajas temperaturas en la zona, entre ellas las hermanas Santos Arce quienes fueron localizadas en mal estado de salud. Una de ellas aun consiente, la otras dos en estado grave; más tarde, murieron, informó la policía de San Diego.
Las otras dos personas que iban con ellas pudieron avanzar para pedir auxilio a la policía fronteriza.
Después de la noticia, la familia comenzó otra larga travesía para regresar los cuerpos a El Jicaral.
Pasaron 19 días, para que los cuerpos llegaran a El Jicaral, cerca de las 23:00 horas del pasado domingo, llegaron los ataúdes con los cuerpos de Paula, Margarita y Juana.
Un viaje a la muerte
El 3 de marzo, los habitantes de El Jicaral acudieron en la pequeña casa de las hermanas Santos Arce para iniciar el sepelio.
Las campanas de la capilla replicaron para anunciar el entierro de tres mujeres jóvenes, una madre, una esposa, tres hijas, tres hermanas, tres personas que solo buscaban salir de la miseria.
A diario, cientos de personas migrantes arriesgan sus vidas para cruzar la frontera con la idea de tener un trabajo, sostener a una familia; poder comer un trozo de carne de vez en cuando. Sin embargo, pocos lo logran.
De octubre a enero del año fiscal pasado, la Patrulla Fronteriza detuvo a 10 mil 30 adultos, cifra que casi duplica las 5 mil 150 reportados en el mismo período hace un año.
Aida Ruíz García, directora general del Instituto Oaxaqueño de Atención al Migrante, dio a conocer que, durante 2020, son 39 los migrantes oaxaqueños fallecidos, cinco de ellos, en su intento por cruzar la frontera. En el año 2019 se tuvo el registro del deceso de 10 personas que igual tenían la misma meta.
El Jicaral, sumergido en la marginación
El Jicaral es una comunicad ubicada a casi cuatro horas de la cabecera municpal de Santiago Juxtlahuaca, alrededor de 10 horas de la capital Oaxaqueña.
Pertenece al municipio de Coicoyán de las Flores, considerado uno de los más pobres en el estado de Oaxaca y del país, según la estadística del Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
El pueblo de El Jicaral es la última comunidad de Oaxaca que colinda con Guerrero y es dividida por el río Grande, que separa un estado del otro.
Las únicas actividades que realizan los habitantes mixtecos son labores de campo, como la siembra del frijol y la milpa. Las familias cultivan para el autoconsumo, comentó Pascual Ortiz López, autoridad de la Agencia Municipal.
Pascual Ortiz regresó hace dos meses de La Paz, Baja California, solo para dar servicio a la comunidad, al terminar volverá a La Paz porque allá hay trabajo: “Las personas trabajan en los campos agrícolas pero regresan del trabajo con un dinerito, acá uno nunca ve dinero por el trabajo que se hace”.
Rogelio Pineda, un joven de la comunidad, aseguró: “Acá no hay empleo, acá se trabaja para sobrevivir, si no tienes familia en el norte no hay manera de que comas bien o por lo menos para que comas. Las personas deben trabajar todo el día, todos los días porque no hay manera de subsistir”,
Las hermanas Santos Arce trabajaban en lo que había y en lo que podían. “Ellas iban al campo, pizcaban, sembraban, sin embargo, hay trabajos que implica mucho esfuerzo físico como agarrar la yunta o cargar los costales de mazorca. Eran mujeres fuertes y con mucha vida”, recordó uno de sus familiares.
Existen cerca de 10 familias que no tienen parientes en el norte, ellos sobreviven con frijol y tortillas al día, solo comen lo poco que logran cultivar porque tampoco tienen dinero para ello, aseguró la autoridad de El Jicaral.
“Algunas familias ni siquiera tienen lo suficiente para comer, acá no llegan los apoyos necesarios para sobrevivir, por eso muchos tenemos la idea de migrar y no por gusto”, agregó Pascual.
Reportera: Juana García