Parteras: guías y portadoras de sabiduría de los nacimientos en los pueblos originarios

Las mujeres parteras no sólo son las encargadas de traernos al mundo, de recibirnos en sus brazos cuando nacemos, de bañarnos por primera vez y darnos las primeras palabras de amor, sino, también poseen una serie de conocimientos invaluables sobre el ritual del nacimiento en el mundo del pueblo Totonaco.

Nos comparten y enseñan el ritual del cordón umbilical, consiste en subirlo en la rama del árbol más alto el cordón que se desprende del recién nacido, para que cuando crezca no les tenga miedo a las alturas, para que pueda cortar pimienta o ser un danzante volador.

Las parteras son la guía para adornar con flores y hojas en el lugar donde ocurrió el parto, ahí se coloca incienso y tabaco. En el altar se pone una ofrenda a las parteras difuntas, para agradecerles su trabajo y evitar que se acerquen al recién nacido, porque ellas ya pertenecen al mundo de los muertos. También nos enseñan sobre la ceremonia de agradecimiento a la madre tierra.

La placenta no es un asunto menor, las mujeres parteras saben que cuando las familias desean que la próxima ocasión nazca una niña se debe enterrar con una blusa, falda, cazuelas y fajas. En caso de los varones, si quieren que nazca un niño, debe enterrar la placenta con un sombrero y una camisa del papá.

Las parteras saben nuestro destino, desde pequeños nos enseñan el camino a seguir. Antes de nacer, cada uno de nosotros eligió el oficio que quería tener en la tierra, no solo en el trabajo, sino también en el arte.

También son una guía en los conocimientos sobre los ciclos de la luna y el baile con el recién nacido, una vez que ella termina su labor. De hecho, tienen una constante comunicación con la luna, le rezan para pedirle por el niño o niña que se está formando, para que nazca sano, y que la madre no le pase nada durante el embarazo, piden fertilidad cuando una mujer no puede embarazarse.

Todos estos conocimientos nos hacen ser lo que somos, lo que pensamos y lo que queremos como pueblo.

En este contexto de lo que implica el trabajo de la partería en los pueblos originarios, el sistema de salud mexicano debe incluir su pensamiento y forma de ver el mundo, dejando de estigmatizar los partos atendidos por las parteras.

Tantos años haciéndonos nacer, aun cuando no había clínicas, ni hospitales, las parteras no pueden ni deben pagar el error de un sistema de salud que por décadas no ha funcionado de manera adecuada, producto de un sistema político que ha despreciado los saberes de los pueblos originarios.

Lastimosamente el sistema de salud mexicano ignora estos conocimientos. Muchos de los conocimientos y prácticas de la partería se pierden cuando un niño o niña nace en el hospital.

Muchas de las tradiciones son íntimas en cada pueblo. Entre algunas prácticas, sólo la partera junto con los papás la conocen. Sin embargo, desde hace algunas décadas, con la puesta en marcha de los módulos de medicina tradicional, se les ha prohibido practicar la partería en los domicilios de las familias y les piden remitir al hospital a las embarazadas.

Esto, en vez de conservar, difundir y fortalecer los conocimientos, técnicas ancestrales como la sobada para acomodar al bebé, los remedios tradicionales para la parturienta y el bebé, son conocimientos invaluables de nuestra cultura.

Antes de que la sabiduría de las parteras se apague con la falta de reconocimiento del Estado mexicano, se debe dejar de occidentalizar el trabajo de la partería, aprender de ellas y dejar que ejerzan su noble labor. Nuestras culturas aportan y han aportado siempre al mundo.

Texto:  Manuel Espinosa Sainos, poeta, traductor y comunicador totonaco, a propósito del marco del Día Internacional de la Partera

Pintura: Gregorio Méndez Nava, pintor cuetzalteco.