La resistencia muxe: visibilizar crímenes de odio

Juchitán, Oax.- Mateo Ruiz Vásquez, muxe, estilista y costurero de profesión, fue asesinado el 27 de mayo del 2001 con un cuchillo de carnicero. “Lo mataron con saña y odio”, dice Carmen Ruiz López, su sobrina.

El día del asesinato Carmen llegó a la escena del crimen y encontró a su tío ya sin vida, tirado en un charco de sangre, vio su mano puesta en la pierna como si hubiera intentado detener la hemorragia. Carmen no entendía la violencia contra su tío “Mate”, como le decían de cariño, la saña con que fue asesinado. Años después se enteró que había sido acosado y amenazado por ser muxe.

El prejuicio es uno de los principales detonantes de los crímenes de odio y violencia contra la comunidad muxe, reconocen activistas y defensoras de la comunidad de la diversidad social, como Felina Santiago, fundadora de las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro, Joseline Sosa, defensora de los Derechos de la Diversidad Sexual y Rogelia González, feminista juchiteca. Para ellas esa violencia va desde amenazas, burlas, discriminación e intolerancia, criticar los modos de caminar, hablar y vestirse, hasta un homicidio. En la región del Istmo ocurren estos actos de discriminación que desencadenan estos crímenes, como el de Mate.

Erick, a quien de cariño le dicen “Caray”, era el mejor amigo de Mate. “Nunca imaginé que lo matarían. Él era una gran persona noble y alegre, siempre te respetaba. Todavía no encuentro la respuesta de lo que ocurrió esa noche, solo recuerdo la amenaza que le hicieron a Mate”. Erick se refiere a las amenazas que recibió dos semanas antes del crimen por parte de un vecino, a quien le molestaba que Mate fuera muxe, que tuviera esa preferencia sexual, que sonriera con todos, que fuera alegre, eso no lo toleraba.

En el Istmo de Tehuantepec se les llama muxes -una definición en lengua diidxazá- zapoteco- a quienes no son hombres ni mujeres y tampoco aspiran a ser un tercer género, sino son personas con identidad propia y preferencia sexual libre. Cuando una persona muxe usa blusas, faldas, vestidos, enaguas y huipiles se les llama “muxes gunaa” y quienes visten con pantalón y camisa o guayabera son “muxe nguiu”.

Mate era muxe nguiu. “A él le gustaba vestir con pantalones y camisas holgadas, también le gustaban las rosas rojas”.  Erick, sastre de oficio, insiste en la exigencia de justicia para Mate, pues no puede concebir cómo una amenaza terminó en tragedia y en impunidad.

Recuerda que esa noche lo agredieron detrás de la Iglesia de los Pescadores, al sur de la comunidad. Cuando Erick y su familia se enteraron y corrieron a su auxilio, lo encontraron tirado en el piso, ensangrentado y moribundo. “Le tomé de la mano diciéndole que todo estaría bien y sentía que me escuchaba, porque me la apretaba, pero no resistió y murió, la herida era muy profunda, pues se la hizo con un cuchillo, que era similar al que usan los carniceros, le cortó la ingle, y le atravesó la pierna. Minutos después murió y su familia se lo llevó a su casa”, narra su mejor amigo.

Días después del crimen, familiares de Mate acudieron a la casa del hombre que lo había amenazado, pero negó toda culpa.  “En el pueblo todos sabíamos quienes lo mataron, pero siempre fue un secreto a voces y nadie quiso declarar, teníamos miedo también”, señala.

Mate fue despedido con flores rojas, como le gustaba.  “A mí me tocó vestirlo. Le pintamos con su labial rojo, le pusimos una blusa rosa y su pantalón. Su cabello era largo, entonces le pusimos unas flores, tal y como él hubiera querido. Mate no debió morir, era muy bueno, responsable, amoroso, y amaba el béisbol. Su muerte está impune, nunca hubo justicia”, dice Erick.

A Carmen, su sobrina, le gusta recordarlo en esa fotografía que se tomó el último año nuevo que estuvo con su familia, en el año 2000. Carmen guarda esa foto en su celular, Mate está acompañado de sus tres hermanas y su hermano, viste pantalón azul marino y blusa blanca, lleva el pelo corto, sus cejas delineadas. Ese día estaba feliz de ver a sus hermanos reunidos.

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A Niza, sus amigas también le lloran.  Una de ellas cuenta, desde el anonimato, que en el 2012 encontraron su cuerpo moribundo en un camino de terracería en Playa Vicente, en Juchitán, Oaxaca, su tierra natal. Días después Niza murió en el hospital por los golpes que recibió. Las autoridades de justicia abrieron una carpeta de investigación 671/JU/2012 por el delito de homicidio doloso. Testigos identificaron a un joven mototaxista como presunto responsable y tras ser vinculado a proceso quedó en libertad porque el ministerio público dijo que las pruebas presentadas no eran suficientes debido a que los testigos desistieron de seguir declarando. Este asesinato sigue impune.

Óscar Cazorla también fue asesinado.  En febrero del 2019 el cuerpo del activista muxe fue hallado sin vida al interior de su recámara con heridas producidas por un arma blanca. La muerte violenta de quien en vida era llamado “la matriarca” de la colectiva “Intrépidas buscadoras del peligro” llegó hasta las oficinas del Alto Comisionado  de las Naciones Unidas  para los Derechos Humanos (ONU-DH) que reconoció su trayectoria como defensor de los derechos humanos de la diversidad sexual.

Como exigencia de justicia y para no olvidar los asesinatos de sus amigas muxes, las colectivas de la diversidad sexual del Istmo de Tehuantepec realizaron un recuento de los crímenes incluidos los de Mate, Niza y Oscar: en casi dos décadas, de 2005 a 2023, se registraron 42 crímenes de odio en esa región.

“El paraíso muxe” es la forma en que se le conoce a esta región ubicada en el Istmo de Tehuantepec por la participación -aceptada y celebrada- de las muxes en la vida cotidiana, en las tareas del hogar y en las festividades, como las velas que son bailes multitudinarios al que asisten con el traje típico.

Felina Santiago es estilista de profesión y activista de los derechos sexuales. Seria y con su abanico en mano por el intenso calor, explica que investigadores, periodistas y personas externas a la comunidad erróneamente han calificado “la libertad y el goce” de las muxes como un paraíso, cuando ella que lo vive todos los días no lo considera verdad.

“Hay más libertad, aceptación y tolerancia, pero no cesan la discriminación y los crímenes de odio (…) Siempre les decimos que no llamen ni nombren así al Istmo, acá no podemos llamar un paraíso a la libertad y al goce que tenemos, eso es muy aparte”.

“Si la policía te veía en la calle vestida con ropa de mujer, te agarraba y te subía a la camioneta y te golpeaba, esto sucedió muchas veces en Juchitán por allá de los años setentas, entonces las muxes se organizaron; entre ellas Óscar Cazorla, Lina Marín, Armando López Ortiz y Arturo Morales y empezaron a luchar por nuestros derechos”, cuenta Felina, desde su estética. Ella también luchó. Defender la identidad y la libre sexualidad originó hace 49 años el nacimiento de la colectiva “Las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro”, de la que Felina es fundadora.

Desde su hogar en Santa Teresa, agencia de Tehuantepec, Oaxaca, Lukas Avendaño, antropólogo y artista performance también habla del paraíso muxe y coincide que es un término malamente  empleado y colonizado, él prefiere llamarlo “Tlalocan” o “Tierra de locas”, porque reafirma que las muxes son libres y están en un constante resistir en una sociedad donde todavía se discrimina.

Como antropólogo niega la narrativa de que el Istmo sea el paraíso muxe. “Claro que no lo acepto, lo que sí es cierto, es que las relaciones afectivas, sociales, de cuerpo, emotivas son menos ortodoxas que el resto de la república mexicana, y ahí es donde resalta la muxeidad, como un grupo único de México, y con sus propias particularidades”.

Considera que las muxes viven en plenitud y saben muy bien el rol que ejercen de acuerdo con su relaciones afectivas y sociales, entonces es cuando se habla de una identidad propia. “La muxeidad se ejerce por libre decisión, te nombran sin quererlo, y tu aceptas que eres muxe cuando ya estás en el entorno y la convivencia”, reitera.

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La noche que Mate fue asesinado, había acudido al estadio de béisbol a ver a su equipo favorito, el de Ranchu Gubiña, estuvo acompañado por amigos y familiares y bebieron alcohol.

“Mi tío no llegó a su casa, se detuvo una cuadra antes y según testigos, se hizo de palabras con un señor que lo agredió verbalmente, posteriormente el mismo señor regresa para hacer las paces y se lo lleva detrás de la iglesia de los pescadores y fue cuando lo hirió y lo dejó moribundo. Después durante varios minutos pidió ayuda y gritó del dolor”, narra Carmen, su sobrina.

“Mi tío era alegre, siempre lo veía en su máquina elaborando prendas de costura, cortando el pelo o arreglando a las novias, esa era su vida. Mi tío lloraba y pedía ayuda, bueno, eso nos decían quienes lo oyeron, pero no imaginaron que se trataba de su muerte. Él estaba desangrándose, nadie imaginó eso, hasta que le avisaron a mi abuelo que fuera a ver a su hijo, pero ya no se pudo hacer nada, mi tío ya estaba muerto”, relata.

Carmen recuerda que al recoger el cuerpo de su tío se veía mucha sangre, que parecía que estaba debajo de un río, pero de color rojo; y además en la pared se vieron sus huellas con sangre, como si él hubiera intentado levantarse para pedir ayuda, pero ya no pudo.

“Mi abuelo reconoció a su hijo, y no quiso que la policía se lo llevará para la autopsia, fue todo un escándalo. Con una sábana blanca le cubrió el cuerpo y de ahí se lo trajo a su casa y velamos el cuerpo de mi tío. Se enterró al día siguiente”, explica. 

La Fiscalía inició una investigación de oficio, pero no informó a la familia. Meses después del crimen se detuvo a un hombre y fue acusado de ser el autor material del crimen, pero fue liberado por falta de pruebas.

Una forma de recordar a Mate es ponerle flores rojas y velas en su altar y también visitar su sepultura. Sobrinas y hermanas guardan con orgullo los muebles de su estética, al igual que algunas prendas que confeccionaba.  “Con la muerte de mi tío mi abuela se enfermó y murió dos años después; otra de sus hermanas también murió, no superó la tristeza de saber que a mi tío lo mataron. Desde ese 27 de mayo, hace 22 años, ya nada ha sido igual”, dice Carmen.

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Morena, delgada y de pelo largo, así era Niza, muxe zapoteca asesinada en el 2012, cuando tenía 22 años de edad. Un hombre a bordo de un mototaxi la golpeó en todo su cuerpo. Quedó moribunda y fue levantada y llevada por sus amigas al Hospital General de Juchitán, Oaxaca.

“Fue un 28 de abril, regresamos de una fiesta nocturna, que nosotros llamamos velas, Niza se fue con otra amiga, pero a mitad de camino se encuentra con unos amigos y se va con ellos. A la mañana siguiente nos avisaron que estaba muy lastimada sobre una carretera que conduce a Playa Vicente. Apenas y se le notaba los ojos, todo estaba de color morado, horas más tarde falleció”, cuenta una amiga que pide anonimato.

Niza era decoradora de eventos sociales y ejercía el trabajo sexual de noche, cuenta Vera Peregrina, otra de sus amigas muxes. “Ella era más que mi hermana, vivía acá en la casa, trabajamos juntas en la decoración, Niza no debió morir de esa manera, ella era una muxe con muchos sueños y se los truncaron”, relata.

Vera Peregrina, amiga de Niza, señala que sí hubo una persona detenida, un hombre que estuvo en la cárcel, pero nunca se le juzgó, quedó libre supuestamente por falta de pruebas. Años después fue asesinado y el crimen de su amiga Niza quedó impune.

El día del sepelio, sus familiares portaron una fotografía donde Niza aparece vestida con un atuendo glamuroso de color dorado y un penacho en su cabeza. Sus familiares recuerdan que era una persona espectacular, agradable y sonriente.

“A Niza le quitaron sus sueños, ella tenía muchos, como el de ser una muxe exitosa, vender sus trajes regionales y también visibilizar sus derechos humanos, era una muxe con muchas ganas, pero se los arrebataron y lo peor, no hay justicia”, dijeron su hermana y sobrina en entrevista realizada para un medio local en el 2012.

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El 9 de febrero de 2019 significó para las personas muxes de Juchitán un día de luto, este día fue asesinado “la matriarca”, Óscar Cazorla, muxe zapoteca, activista y fundador de la Vela de las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro. Su cuerpo fue hallado al interior de su casa, en medio de un charco de sangre por las heridas hechas por una navaja.

Cazorla, de cuerpo robusto, pelo chino y moreno, y siempre portó con orgullo sus guayaberas bordadas con flores alegres o cadenilla, además de su collar de oro, que usan las mujeres en las fiestas tradicionales llamadas Velas. Cazorla fue uno de los protagonistas de la lucha por una sociedad libre de homofobia y transfobia.


“El 9 de febrero le quitaron la vida a mi tío, y estamos muy tristes porque las autoridades no nos dan respuesta, han pasado más de cuatro años y no sabemos qué pasó o quién lo mató. Se hablaba de un joven que podría estar implicado, pero finalmente apareció asesinado, de ahí nos dijeron otras cosas, pero nada esclarecido, nada que nos diga que la investigación sigue su trayecto”, señala Carmela Cazorla, sobrina del activista muxe asesinado.


Carmela cuenta que durante los primeros meses las autoridades estuvieron muy atentas con el caso de su tío, pero al pasar los años dejaron en olvido la investigación. “Ya no informan nada, no nos dicen cómo va, si hay alguna persona detenida o el rumbo que tomará”.

Carmela, su familia y la comunidad de la diversidad sexual de Juchitán tuvieron durante casi un año “medidas cautelares” para su protección debido a que estos crímenes van en aumento, pero después las perdieron.


“No vamos a cansarnos, porque Óscar fue un referente para nosotros, siempre aliado y comprometido” reafirma Felina Santiago, quién cada 9 de febrero alza la voz, para recordar que “la matriarca”, era una persona que caminó y luchó para visibilizar los derechos como personas muxes por más de cuatro décadas.

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Frente a los 42 crímenes de odio en casi dos décadas, registrados por colectivas de la diversidad sexual del Istmo de Tehuantepec, en 9 meses (de enero a octubre del 2023) 74 mujeres han sido víctimas de feminicidio, de acuerdo con un seguimiento hemerográfico que realiza el Centro de Documentación del Grupo de Estudios para la Mujer, GES Mujer.

Rogelia González, defensora zapoteca y feminista, abraza la lucha de las comunidades muxes en contra de la violencia. Para ella tiene sentido relacionar o vincular los crímenes de odio con feminicidios, pues significa que tanto las personas muxes como las mujeres viven una triple discriminación:  la primera porque son indígenas, la segunda porque son muxes y mujeres y la tercera porque sus vidas han sido precarizadas.

“Las muxes además de la triple discriminación que he mencionado con anterioridad, también son víctimas del estigma, un ejemplo, es que todavía las relacionan como las portadoras de VIH. También hay brechas de desigualdad enormes, similares a las que vivimos las mujeres, por eso la empatía y la sororidad con ellas”, agrega.

Rogelia González es reconocida entre la comunidad muxe por ser aliada, participa en sus actividades sociales y culturales. En el 2001, cuando fungió como síndica municipal de Juchitán, impulsó la “Casa Comunidad Muxe” cuya intención fue apoyar social y emocionalmente a las personas muxes.

“Aunque solo duró tres años, logramos tener una casa comunidad muxe y ahí me di cuenta de la gran desventaja que ellas viven, muchas no fueron a la escuela y no porque no quisieron, sino porque no contaban en sus hogares, los padres privilegiaban a los hombres, después a las mujeres y en último lugar a las muxes, ósea no les daban nada, entonces muchas de ellas prefirieron ser artesanas y son exitosas”, comparte.

Amaranta Gómez Regalado es activista, antropóloga social y coordinadora del proyecto TRANSformándome impulsado por Mexfam y la Fundación ARCUS. En el 2020 el proyecto realizó un estudio y encontró que los principales problemas que enfrentan las personas trans/muxes en la región del Istmo de Tehuantepec son la discriminación en los servicios de salud, situaciones de violencia por prejuicios, discriminación escolar, así como dificultad para expresar plena y libremente su orientación sexual o identidad de género.

La Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca (DDHPO) informó que del año 2015 a agosto del 2023 inició 34 indagatorias por diversos actos de discriminación hacia personas de la comunidad LGBTTTIQ+. Entre las instituciones más señaladas de ejercer violencia son: INEGI, Servicios de Salud, Registró Civil, Junta Local de Conciliación y Arbitraje de Oaxaca, Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana e Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca.

TRANSformándome busca fomentar la inclusión desde la educación, el respeto y la dignidad. Una de sus luchas es que el INEGI reconozca a las personas muxes pues en la Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y de Género 2021 no las nombra, ni las identifica y por lo consiguiente las invisibiliza. Los resultados de la encuesta señalan que el 59.7 por ciento de la población TRANS ha sufrido violencia una vez en su vida. Y el 28.9 por ciento de la población ha sufrido algún tipo de discriminación.

“El INEGI nombra a persona trans, sexodiversas, LGBTI+, pero no a las muxes, que son también un grupo, un sector o una identidad de género como quisieran llamarle, y no se toma en cuenta, entonces desde ahí se ve la violencia y la discriminación”, explica.

Como coordinadora de TRANSformándome Amaranta acepta que los actos de discriminación no son tan fáciles de desaparecer, este proceso es de largo tiempo para lograr el cambio del “chip cultural”. “Es necesario seguir educándonos y re educándonos, por eso hacemos estos encuentros para encontrarnos, discutir y accionar, el proyecto TRANSformándome en coordinación con las autoridades locales busca establecer bases para trabajar a favor de una sociedad más incluyente”.

Una sociedad en donde “el paraíso muxe” no sea una consigna vacía, sino una realidad para quienes ahí habitan su diversidad y disidencia sexual.

Texto: Diana Manzo

*Este reportaje fue elaborado con el apoyo de la beca Exprésate de la Fundación Internacional para las Mujeres en los Medios (IWMF), bajo la edición de Daniela Rea.